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Imagine una luna llena. ¿No le parece que la palabra radiante puede describirla? Y, sin embargo, la luna no posee luz propia, sólo refleja la luz del sol si se encuentra en el ángulo adecuado. Sin duda a eso se refiere la cita: Radiantes están los que a Él acuden…
Nadie tiene luz propia, sólo si nos ponemos en las manos de Dios podemos brillar. Verifíquelo a su alrededor. Están los que ponen su confianza en el esfuerzo de sus manos para lograr fama, riqueza y poder. Aún cuando consigan lo anterior, ¿cómo pueden estar radiantes si le dan la espalda a Dios? Están en el ángulo equivocado.
Están los que caen en fornicación, adulterio, o pornografía, supuestamente para obtener placer, pero lo único que obtienen es un rostro sombrío atormentado por la culpa. ¿Cómo pueden estar radiantes si hacen lo que le incomoda a Dios?
Como Moisés cuando bajó de la montaña después de escuchar a Dios, sus caras estaban radiantes.
Jesús dijo que «no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4:4). Al igual que necesitamos comida física, también necesitamos comida espiritual. El alimento espiritual viene de leer y escuchar las palabras de Dios.
Escucha la guía de Dios
Cuanto intentamos imponer nuestras agendas o nos esforzamos para hacer lo que queremos, aparece una sensación de incomodidad espiritual. Es como caminar con unos zapatos que no te quedan, no caminas bien.
Cuando vivimos una vida de adoración y obediencia siguiendo el camino de Dios, Él nos promete que experimentaremos «bienestar» (v.13, DHH). Esto no significa que la vida será fácil, pero cuando comenzamos a seguir el plan de Dios en nuestras vidas, es como encontrar un par de zapatos que se ajustan a tu pie con comodidad.
Una y otra vez se nos recuerda en este salmo la manera en la que Dios nos guía. Él «instruye» (vv.8,12), «dirige» (v.9a),«enseña» (v.9b), y «brinda su amistad» a su pueblo (v.14).
Sorprendentemente, David explica que la bondad de Dios le lleva a instruir incluso a los pecadores; «Por tanto, él enseñará a los pecadores el camino» (v.8). Aun a pesar de que la «maldad» de David es «grande», él sabe que puede ser perdonado y enderezado por Dios (v.11).
Afortunadamente, no tienes que ser perfecto para escuchar la guía de Dios, pero sí que necesitas una actitud de humildad: «Encaminará a los humildes por el juicio, Y enseñará a los mansos su carrera»(v.9). «La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, Y a ellos hará conocer su pacto» (v.14).
Puedes estar seguro de que Dios solo te pedirá hacer lo que está bien (v.9a). La prueba de que la guía recibida proviene de Dios es ver si lo que se te está pidiendo hacer se caracteriza por el «amor y fidelidad»(v.10a). Dios nunca te pedirá que hagas algo que sea desconsiderado o desleal. «Todas las sendas de Jehová son misericordia y verdad» (v.10a).
Oración
Señor, oro para recibir tu guía, para que me instruyas, me enseñes y me aconsejes en el día de hoy.
Escucha la Palabra de Dios
Jesús dice que la Palabra de Dios tiene prioridad sobre todas las tradiciones (v.8). No hay nada de malo con la tradición. Las tradiciones pueden ser muy importantes y valiosas. Pero la tradición nunca debería prevalecer sobre la Palabra de Dios. Jesús ataca a los fariseos por usar la tradición para evitar obedecer la Palabra de Dios: « ¡Qué buena manera tienen ustedes de dejar a un lado los mandamientos de Dios para mantener sus propias tradiciones!» (v.9).
Por ejemplo, mantener a unos padres ancianos puede causar inconvenientes en ocasiones. Puede ser muy tentador encontrar excusas por las que no debemos hacerlo. Los fariseos decían que era permisible no apoyar económicamente a tus padres si habías dado el dinero como ofrenda a Dios (v.11). Jesús dijo que al hacer esto estaban desobedeciendo el mandamiento de «honrarás a tu padre y a tu madre» (v.10a). « Así, por la tradición que se transmiten entre ustedes, anulan la palabra de Dios» (v.13).
Los fariseos honraban a Dios mediante lo que hacían externamente (vv.1–5). Es relativamente fácil hacer cosas buenas o decir cosas buenas. Podemos obedecer las reglas de la comunidad y aun así nuestros corazones pueden estar muy lejos de Dios (vv.6–8).
A Dios no le importa tanto nuestra apariencia externa como le importa nuestro corazón. Jesús dice que «de adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la calumnia, la arrogancia y la necedad. Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona» (vv.21–23). Todas estas cosas contaminan nuestra vida y echan a perder nuestra relación con Dios.
Jesús dice: «Escúchenme todos». Aquí radica la clave de la vida: en escuchar a Jesús.
Jesús prosigue sacando a la luz lo que hay en el corazón de la mujer siro-fenicia. Como dijo Juan Calvino, Jesús trata de «no extinguir la fe de aquella mujer» con su aparente frialdad sino «más bien despertar su celo e inflamar su fervor».
Jesús vino primero para los judíos y después para los gentiles (vv.27–29; ver Isaías 49:6; Romanos 1:16). La grandeza de la fe de esta mujer se muestra por el hecho de que no solo reconoció quien era Jesús y u poder celestial sino que como Calvino prosigue diciendo: ella “mantuvo su dirección con firmeza a pesar de una descarnada oposición. Ella es un gran ejemplo para nosotros de una fe perseverante y exenta de todo cinismo.
Oración
Señor, gracias por el poder de la Palabra de Dios para confrontar las actitudes de mi corazón. Oro para que laves mi corazón hoy y me des una fe apasionada, perseverante y exenta de todo cinismo.
Escucha los planes de Dios
Tú puedes ser amigo de Dios. Jesús considera sus amigos a quienes le siguen (Juan 15:15). Moisés era el amigo de Dios. Si fue posible para Moisés en aquel entonces, el Nuevo Testamento nos dice que es posible para ti hoy.
Dios reveló sus planes a Moisés y este tuvo una relación extraordinaria con Dios. Entraba en la Tienda del Encuentro para consultar al Señor. Una columna de nube descendía «mientras el Señor hablaba con Moisés» (Éxodo 33:9). «Hablaba el Señor con Moisés cara a cara, como quien habla con un amigo» (v.11a). Esto describe la cercanía de Dios con Moisés y la inmediatez de escuchar su voz. Moisés oró: «Dime qué quieres que haga» (v.13).
Está claro que físicamente no estaban cara a cara (v.20). La presencia de Dios es tan gloriosa y santa que nadie puede verlo cara a cara y vivir. Es una metáfora que denota un contacto y una comunión muy cercanos. Esto es lo que necesitamos diariamente: escuchar a Dios hablarnos «cara a cara» y crecer en nuestra amistad con Él.
Lo que Moisés quería por encima de todas las cosas era la «Presencia de Dios». Esto es lo que todos tanto necesitamos en nuestras vidas: Su presencia y Su paz. El Señor le promete: «Yo mismo iré contigo y te daré descanso» (v.14). Esto es lo que Dios te promete a ti también.
Moisés replica: «O vas con todos nosotros (tu presencia), o mejor no nos hagas salir de aquí» (v.15). La presencia de Dios era lo que distinguía al pueblo de Dios del resto del mundo (v.16b). Por encima de todo, esto es lo que nos distingue del mundo que nos rodea.
Cuando Moisés pasaba tiempo en la Presencia del Señor «por haberle hablado el Señor, de su rostro salía un haz de luz»(34:29). Este es el trasfondo de las palabras extraordinarias de Pablo en 2 Corintios 3. Nos dice que podemos disfrutar de algo muchísimo más grande de lo que Moisés experimentó: «Lo que fue glorioso ya no lo es, si se le compara con esta excelsa gloria. Y si vino con gloria lo que ya se estaba extinguiendo, ¡cuánto mayor será la gloria de lo que permanece!» (2 Corintios 3:10–11).
Puedes ser incluso más osado que Moisés, quien «se tapaba la cara con un velo para que los israelitas no vieran el fin de aquello que estaba destinado a desaparecer» (v.13). Pablo explica que «cuando una persona se vuelve al Señor, el velo se le quita. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por eso, todos nosotros, ya sin el velo que nos cubría la cara, somos como un espejo que refleja la gloria del Señor, y vamos transformándonos en su imagen misma, porque cada vez tenemos más de su gloria, y esto por la acción del Señor, que es el Espíritu» (vv.16-18, DHH).
Ser parte del ministerio del Espíritu es un privilegio extraordinario. Por ejemplo, en cada fin de semana Alpha, vemos a la gente experimentar la presencia de Dios y llenarse del Espíritu Santo. Muchas veces he observado lo radiantes que están los rostros de las personas al final del fin de semana. Pero no es una experiencia de una sola vez, destinada a desvanecerse como la que irradiaba Moisés. «Todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu» (v.18).
Oración
Señor, gracias por tu promesa de que tu presencia irá con nosotros y nos dará descanso (Éxodo 3·:14). Ayúdame a escuchar tu voz, hablar contigo cara a cara como un amigo, reflejar tu gloria y ser transformado a Tu semejanza con una gloria que nunca cese de acrecentarse.