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Dios oye todas nuestras oraciones y, en un sentido, responde todas nuestras plegarias. Pero no siempre recibimos lo que pedimos. Cuando pedimos algo a Dios, la respuesta será «Sí», «No» o «Espera».
John Stott señala que Dios responderá «No» si lo que pedimos «no es bueno en sí mismo, ni para nosotros ni para los demás, directa o indirectamente, de inmediato o en el largo plazo».
No siempre conocemos la razón por la que responde «No». Debemos recordar que Dios ve las cosas desde una perspectiva eterna y que hay ciertas cosas que nunca entenderemos en esta vida.
En los pasajes de hoy vemos ejemplos de las tres clases de respuesta de parte de Dios.
Dios dice «sí»
¿Qué es lo primero que haces al levantarte cada mañana? David nos da un gran ejemplo: «Pero yo, en verdad, quedaré satisfecho con mirarte cara a cara, ¡con verme ante ti cuando despierte!» (v.15). Comenzaba cada día buscando la presencia de Dios y hallando satisfacción en él.
Este es el corazón de lo que en realidad consiste la oración. No tiene que ver simplemente con pedir cosas; trata sobre buscar el rostro de Dios y disfrutar de una dulce comunión con él.
Tal es el contexto de la petición de David. Clamaba a Dios por ayuda frente a sus enemigos (vv.13-14). Dios oyó y respondió sus oraciones con una respuesta positiva: «Sí».
Oración
Señor, gracias porque nada de lo que este mundo me ofrezca puede compararse con la satisfacción de buscar tu rostro. Cada día, cuando me levante, ayúdame a estar satisfecho con mirarte cara a cara (v.15).
Dios dice «no» a un pedido y «sí» a otro
«Si el pedido es erróneo Dios dice “No”. Si el tiempo no es el adecuado Dios dice “Despacio”. Si uno está equivocado Dios dice “Crece”. Pero si el pedido es correcto, el momento es el indicado y uno camina en rectitud, Dios dice “Adelante”».
En este pasaje vemos dos peticiones. La primera recibe un «No» como respuesta (vv.20-28) y la segunda un «Sí» (vv.29-34).
En ambos casos Jesús preguntó: «¿Qué quieres?». En otras palabras, dijo a la madre de los hijos de Zebedeo: «¿Qué es lo que tú quieres?» (v.21). Dijo a los dos ciegos: «¿Qué quieren que haga por ustedes?» (v.32).
En cierto modo habrá sido obvio lo que querían (en la segunda instancia eran ciegos, por lo que debían querer ver), pero Dios quiere que participemos de forma activa. El apóstol Santiago dice: «No tienen, porque no piden» (Santiago 4:2). Jesús dice: «Pidan, y se les dará; […] Porque todo el que pide, recibe» (Mateo 7:7-8). Puede parecer algo obvio, pero el punto de inicio de la oración respondida es la acción de pedir.
En el caso del pedido de los ciegos, la respuesta de Jesús fue «Sí». «Jesús se compadeció de ellos y les tocó los ojos. Al instante recobraron la vista y lo siguieron» (v.34).
Por otro lado, Jesús, en efecto, dijo «No» a la madre de los hijos de Zebedeo. Esta respuesta también provino de su compasión. La petición era para obtener gloria, poder y promoción para sus muchachos. Jesús señala que ella parecía no entender todas las implicaciones de tal petición.
Jesús expresó: «¿Pueden acaso beber el trago amargo de la copa que yo voy a beber?» (v.22). Los profetas del Antiguo Testamento hablaron en varios pasajes de «la copa de su furia [de Dios]» (por ejemplo, Isaías 51:17-22; Jeremías 25:15-29).
De manera sorprendente, Jesús se refiere a beber esta copa él mismo. Había de «dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20:28). La palabra griega para la palabra «por» («en rescate por muchos», v.28), es «anti», que significa «en lugar de». Es el ejemplo más claro en todo el Nuevo Testamento de Jesús para explicar su muerte en términos de sustitución.
El apóstol Santiago escribe: «Y cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones» (Santiago 4:3). Detrás de estos pedidos yacen diversos motivos. Ambas peticiones tenían que ver con el señorío. El pedido de los ciegos surgió del reconocimiento de que Jesús es Señor, y un deseo de recibir algo bueno (Mateo 20:30-33). Por otro lado, Jesús indica que el pedido de la madre surgió de un deseo de enseñorearse de los demás (v.25).
Jesús afirma que la verdadera grandeza no viene del señorío sobre las otras personas ni de lo que el mundo destaca como éxito (riquezas, posición, fama o tener un ministerio «exitoso»). En cambio, dice que la verdadera grandeza viene de convertirnos en siervos, siguiendo el ejemplo de Jesús, que «vino para servir», no para ser servido (vv.26-28).
Considero que he aprendido más en mi vida de las ocasiones en que mis oraciones parecieron no ser respondidas que de los momentos en que han recibido un «Sí» como respuesta. Ciertamente los discípulos deben haber aprendido bastante a partir de esta oración «no respondida».
Oración
Señor, gracias por las lecciones que puedo aprender de la oración «no contestada». Gracias por mostrarnos la verdadera grandeza. Ayúdanos a consagrar nuestra vida a tu servicio y al servicio de los demás.
Dios dice «espera»
¿Te das cuenta de qué, más allá de las dificultades que enfrentes, ahora mismo Jesús está orando por ti?
Pobre Job, tenía que soportar los cada vez más irritantes discursos de sus amigos, que lo condenaban más y más, acusándolo erróneamente. Job los describe así: «… en vez de consolarme, me atormentan» (16:2, DHH) con «sus peroratas» (v.3a). No eran de ninguna ayuda para él (v.4).
Algunas personas creen de forma equivocada que nuestro sufrimiento en esta vida siempre es causado por nuestro propio pecado o por el pecado cometido en una vida anterior. Así, si la gente nace en pobreza o con algún desorden genético, debe ser su culpa. Esta culpabilidad constituye un terrible sufrimiento adicional (el concepto de la reencarnación es totalmente repudiado en la Biblia, ver Hebreos 9:27). Esa es la forma en que los llamados «amigos» de Job le hablaban.
Cuando nuestros amigos sufran debemos evitar que nuestro consuelo sea un tormento (v.2). En cambio, como sugiere Job, debemos infundir «nuevos bríos con la boca» y «darles ánimo y valor» (v.5, NVI y DHH).
Una cosa que siempre podemos hacer es interceder (orar en lugar de) por ellos. Job dijo:
«Mi intercesor es mi amigo,
y ante él me deshago en lágrimas
para que interceda ante Dios en favor mío,
como quien apela por su amigo» (vv.20-21).
No se nos dice quién fue el intercesor, pero quien fuera que haya sido, fue un amigo verdadero de Job porque le pedía a Dios por él.
Las oraciones del intercesor tal vez no hayan sido contestadas de inmediato, pero oportunamente sí lo fueron cuando Dios restauró la fortuna de Job. Su respuesta al intercesor de Job y a Job mismo fue «Espera». Más adelante fue la intercesión de Job por los demás lo que constituyó una causa inmediata de su restauración (42:8-10).
¿Quién es el intercesor de Job? Él dice: «Ahora mismo tengo en los cielos un testigo; en lo alto se encuentra mi abogado» (16:19). En el Nuevo Testamento vemos que aquel que habla «ante Dios en mi favor» (16:21, DHH) es Jesús. Dice 1 Juan 2.1: «… tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo». Él intercede por ti (Hebreos 7:24-25).
Jesús fue el intercesor de Job. Intercedía por él. Rogaba ante Dios «como quien apela por su amigo» (Job 16:21). Aquí vemos una similitud entre la experiencia de Job y la de Pedro. Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo. Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe» (Lucas 22:31-32).
Como solía decir John Wimber: «La buena noticia es que Jesús ora por nosotros. ¡La mala es que necesitaremos dicha oración!».
Oración
Señor, te doy muchas gracias por tu promesa de ser nuestro intercesor. Gracias porque en momentos cuando, al igual que Job o Pedro, pareciera que Satanás nos zarandea como el trigo, oras por nosotros. Gracias porque sabemos que, aunque pareciera como si tuviéramos que esperar demasiado, la respuesta a nuestro intercesor en la oración celestial siempre será, en última instancia, un «Sí».