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Se dice por ahí, que en un día cualquiera nos mienten… ¡entre diez y doscientas veces!
A veces se trata de palabras vacías. El corazón no acompaña los labios. Hemos sido engañados. Queremos que la gente simplemente nos diga la verdad.
En los pasajes bíblicos de hoy vemos que Dios odia las mentiras y el engaño. David dice: «Habla mentira cada uno con su prójimo; Hablan con labios lisonjeros, y con doblez de corazón» (Salmo 12:2). Jesús citó a Isaías: «Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí.» (Mateo 15:8). Vimos cómo los hermanos de José habían engañado a su padre sobre el destino de su hijo (Génesis 37:31-35). No obstante, hoy vemos también que sabían en sus corazones que no podían engañar a Dios: «Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia.» (42:21).
Dios quiere que seas sincero con él. Le agrada la franqueza. Desea escuchar lo que hoy está en tu corazón.
Pide ayuda a Dios
El clamor del corazón de David era: «Sálvanos, Señor» (v.1). Se lamentaba por la condición de la sociedad de su época, una sociedad no muy distinta a la nuestra. Mencionaba mentiras, engaños, arrogancia, codicia y egoísmo. Presentaba su clamor ante Dios.
«Porque han desaparecido los fieles de entre los hijos de los hombres. Habla mentira cada uno con su prójimo; Hablan con labios lisonjeros, y con doblez de corazón.» (vv.1,2).
A Dios no le impresiona la gente astuta en el uso de las palabras. El clamor inicial de David pidiendo ayuda halló respuesta cuando Dios prometió asistir al débil y al necesitado: «Por la opresión de los pobres, por el gemido de los menesterosos, Ahora me levantaré, dice Jehová; Pondré en salvo al que por ello suspira.» (v.5).
David luego contrastó la confiabilidad de Dios con el vacío de las mentiras de quienes lo rodeaban: «Las palabras de Jehová son palabras limpias, Como plata refinada en horno de tierra, Purificada siete veces.» (v.6). Tenía la confianza de que el Señor lo guardaría y protegería pese al engaño que lo rodeaba. «Tú, Jehová, los guardarás; De esta generación los preservarás para siempre.» (v.7).
«Sálvanos, Señor» es una gran oración que puedes realizar al comenzar el día, pidiendo que Dios te guíe en todo lo que emprendas.
Oración
Señor, ayúdame a… (presenta ante Dios las cosas que harás hoy).
Sigue hablando a Dios en la tormenta
A Jesús le encantaba aislarse para orar: «Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.» (14:23). Cuando estás completamente a solas con Dios, puedes hablar con sinceridad y desde lo profundo de tu ser.
Esta intimidad con Dios es la que capacitó a Jesús para andar sobre las aguas. Animó a Pedro a que hiciera lo mismo. Pero cuando Pedro sintió el «viento fuerte» (v.30), entró en pánico. Sé exactamente cómo se siente eso. En ocasiones, cuando las cosas salen mal, quito mis ojos de Jesús. Me enfoco en las circunstancias que me rodean, y comienzo a "hundirme". En medio de esto, Pedro realizó una oración de pánico: «¡Señor, sálvame!» (v.30).
Aunque fuera una oración de temor, también fue un clamor desde el corazón. «Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, » (v.31). Al considerar las oraciones de pánico que he realizado, me maravilla pensar en las maneras en que algunas de ellas han sido respondidas.
Cuando Jesús y Pedro regresaron a la barca, el viento se calmó «Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios. » (v.33).
El incidente concluyó con todos los discípulos expresando un clamor del corazon en alabanza. Es bastante extraordinario. Judíos Monoteístas, que conocían el mandamiento de que solo debían adorar a Dios, adoraron a Jesús. Reconocieron que Jesús es «el Hijo de Dios».
En realidad, las primeras palabras de Jesús a los discípulos mientras caminaba por las aguas fueron literalmente: «¡Cálmense! SOY YO. No tengan miedo» (v.27). «YO SOY» es el nombre utilizado para Dios en el Antiguo Testamento (Éxodo 3:14). Jesús dijo a sus discípulos, y nos dice a nosotros, que él es el gran «YO SOY», de modo que no había nada que temer. Sea cual fuere tu situación actual, esta es una reafirmación clara de que Jesús tiene todo controlado.
Tal vez no siempre tengas el consuelo de entender lo que realiza Jesús ni por qué permite que la vida sea como es, pero tienes el consuelo de saber que él tiene todo controlado.
Llevaron ante Jesús todos los que estaban enfermos y clamaron por sanidad. Le suplicaban «que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto, y quienes lo tocaban quedaban sanos» (Mateo 14:36).
En la sección siguiente (15:1-9) Jesús desafío a los fariseos con respecto a lo que ocurría realmente en «su corazón» (v.8). Comenzó cuando ellos lo cuestionan acerca del quebrantamiento de las tradiciones de parte de sus discípulos. Pero Jesús le dio la vuelta al argumento para cuestionarles a ellos.
La Escritura deja claro que cuidar de nuestra familia, en especial de nuestros padres, debería ser una prioridad absoluta. Los fariseos habían elaborado razonamientos espurios del por qué el dinero que debiera ser usado para ayudar a los padres se había de dedicar a Dios y por lo tanto no podía usarse para honorar y ayudar a sus propios padres (v.5).
Jesús los acusa de hipocresía. La palabra «hipócrita» significa literalmente «alguien que se pone una máscara en una representación». La máscara que llevaban era honrar a Dios con sus labios, pero realmente «su corazón está lejos de mí [del Señor]» (v.8). Dios está mucho más interesado en tu corazón que en tus labios.
Oración
Señor, hoy te reconozco y te alabo como el Hijo de Dios. Gracias porque no tengo por qué temer. Cuando las cosas salen mal puedo hablar contigo y saber que escuchas mis oraciones.
Habla con Dios desde lo profundo de tu corazón
José concluyó bien, pero había comenzado mal. Había estado en una «cisterna» (37:24) y en una «cárcel» (39:20), pero terminó en un «palacio» (45:16).
Como muchos en la Biblia (Jesús, Juan el Bautista, Ezequiel, y los sacerdotes y levitas que servían en el templo, ver Números 4), José comenzó su vida laboral a los treinta años de edad (41:46). Hasta entonces había pasado por un entrenamiento particular. Llegó el momento, pues, en que lo pusieron «a cargo de todo el territorio de Egipto» (v.41).
Dios había visto el corazón de José en medio de todas sus tribulaciones. Durante los trece años comprendidos entre la edad de los diecisiete y los treinta, José probablemente se preguntó qué estaba haciendo Dios. Había experimentado rechazo, sufrimiento, injusticia, encarcelamiento, decepción y otras pruebas. Pero por medio de todo aquello, Dios lo preparaba para estar «sobre toda la tierra de Egipto» (v.41).
Dios sabía que José era confiable porque su corazón era correcto. Había permanecido cerca del Señor en medio de todas las pruebas. Esto es lo que importa, no si estás en un período de batalla o de bendición, sino si permaneces cerca del Señor y te comunicas con él desde tu corazón.
José llamó a sus dos hijos Manasés («Dios ha hecho que me olvide de todos mis problemas, y de mi casa paterna», v.51) y Efraín («Dios me ha hecho fecundo en esta tierra donde he sufrido», v.52). El hilo conductor entre ambos nombres es la frase de cuatro palabras: «Dios me ha hecho». Tanto en épocas de sufrimiento (Manasés) como en momentos de éxito (Efraín), José reconocía que Dios tenía el control.
No permitas que tu corazón se amargue en momentos de sufrimiento ni se jacte en épocas de éxito. Reconoce que Dios es soberano sobre tu vida y tu situación.
A diferencia de José, sus hermanos tuvieron que vivir con su engaño y culpabilidad (42:21 en adelante). «…Pero se decían el uno al otro: “Verdaderamente nos portamos muy mal con nuestro hermano, pues no le hicimos caso cuando nos rogaba que le tuviéramos compasión, aunque veíamos que estaba afligido. Por eso ahora nos ha venido esta aflicción”» (v.21, DHH). «Se asustaron mucho» en su corazón (v.28), pero con sus labios dijeron: «Somos gente honrada» (v.31).
En todo esto, los sueños originales de José hallaron cumplimiento. Pese a todo lo que había pasado, siguió confiando en Dios y fue fiel a él. Comenzó mal pero terminó bien.
Nunca abandones los sueños dados por Dios. Aunque comiences en una "fosa" o una "cárcel", como José, puede que termines en un "palacio". Como señala Joyce Meyer: «No importa dónde comenzaste, puedes tener un gran final... Aunque hoy te encuentres en un fosa, ¡Dios aún puede levantarte y hacer grandes cosas en ti y a través de tu vida!».
Oración
Señor, ayúdame a llevar una vida de integridad total. Que mis labios y mi corazón sean uno. En mis oraciones, ayúdame a hablarte con sinceridad desde lo profundo de mi corazón. Gracias por escuchar el clamor de mi corazón.