Día


Para la coronación del Rey Carlos III, se decidió que algunos ciudadanos podrán asistir a la coronación del rey y participar en la ceremonia solemne que se celebraró en la Abadía de Westminster, ceremonia que se esperaba se llenaría de integrantes de todas las casa reales de Europa, jefes de Estado y Gobierno, aristócratas, altos dignatarios y representantes de todas las religiones.

Sin embargo, algunas personas podrían conseguir una invitación a este histórico evento. Solo debían cumplir un requisito especial: que demuestren con pruebas irrefutables que un antepasado suyo desempeñó algún papel en anteriores coronaciones.

Los interesados debían enviar una solicitud al palacio de Buckingham y aquellos que demuestren, árbol genealógico en mano, que un antepasado suyo desempeñó un papel en alguna coronación de la historia británica, podrá volver a hacerlo durante la coronación de Carlos III. 

 

Jesús asemeja el reino de los cielos a una gran fiesta con el Rey, una a la que todos estamos invitados. Es un privilegio aún más grande que asistir a la coronación del Rey Carlos III y sería algo inaudito que alguien no quisiera  la invitación.

Clama a Dios como Rey

¿Has pasado por momentos en los que has experimentado el «reproche» de tus vecinos por causa de tu fe? (v.13a). ¿Has tenido que enfrentarte a «la burla y el escarnio» de quienes están cerca de ti (v.13b)? Yo desde luego he pasado por momentos así. A veces puede que te enfrentes a dificultades en tu vida no porque estés haciendo algo mal sino por estar haciendo lo correcto.

Este salmo se dirige a Dios como Rey (v.4). Es una idea común en los Salmos que Dios es el Rey (y el líder real) de Israel. El sufrimiento no es necesariamente el resultado de la desobediencia al Rey. En vez de eso, puede ser el resultado de seguirlo.

La oposición no es necesariamente una señal de fracaso por parte del pueblo de Dios: «Todo esto nos ha sucedido, a pesar de que nunca te olvidamos ni faltamos jamás a tu pacto. No te hemos sido infieles, ni nos hemos apartado de tu senda.» (vv.17–18).

Pablo cita este salmo (v.22) en Romanos cuando se pregunta si hay algo que pueda separarnos del amor de Cristo: «Por tu causa, siempre nos llevan a la muerte; ¡nos tratan como a ovejas para el matadero!». «Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó» (Romanos 8:35–37).

Como he podido comprobar muy a menudo en mi propia vida, el Rey es fiel. Él responde a nuestro clamor pidiendo ayuda y su amor nunca falla (Salmo 44:26).

Oración

Oh Señor, mi Rey y mi Señor, «Levántate, ven a ayudarnos, y por tu gran amor, ¡rescátanos!» (v.26).

Acepta la invitación del Rey

El reino de Dios es una fiesta en la que Jesús dice «¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!» (v.15). Jesús es el anfitrión de esta fiesta. El hijo de Dios te invita a experimentar la abundancia de hospitalidad y de amor de Dios. No estás solo con el anfitrión. Es la presencia de otros invitados lo que hace de ella una fiesta de celebración.

La comida que Jesús suministra satisface el hambre de tu corazón llenando el vacío espiritual. Colma tu hambre de significado y propósito en la vida, de perdón y de vida después de la muerte. La bebida del banquete satisface la sed espiritual que hay en todo corazón humano.

Lo triste es que mucha gente no lo ve como un banquete, sino como algo aburrido. Dan excusas por las que pueden venir. «Pero todos, sin excepción, comenzaron a disculparse» (v.18). La excusa de una persona son sus propiedades. «Acabo de comprar un terreno y tengo que ir a verlo. Te ruego que me disculpes» (v.18). La segunda excusa son las posesiones: «Acabo de comprar cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlas. Te ruego que me disculpes» (v.19). La tercera tiene que ver con otras personas: «Acabo de casarme y por eso no puedo ir» (v.20).

Cuando las analizamos, vemos que son excusas malísimas. Cada una de ellas es totalmente irracional y perfectamente absurda. No hay ninguna urgencia de ir a ver un campo que acaba de ser comprado o en probar cinco yugos de bueyes. No falta el espacio en esta fiesta y el hombre recién casado podría haber asistido acompañado de su esposa.

Aun hoy en día las palabras de Jesús resuenan verdaderas: cuando la gente recibe la invitación a la gran fiesta del reino de los cielos, «todos, sin excepción, comienzan a disculparse» (v.18).

Jesús habla también a la multitud del costo de seguirlo. Los insta a sentarse «a calcular el costo» (v.28 y v.31). Dice: «Si alguno viene a mí y no sacrifica el amor a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo» (v.26). La palabra para «odio» es una expresión semítica que significa «amar menos». Es un término relativo que significa no honrar o estimar algo por encima de otra cosa. En otras palabras, Jesús debe ser la prioridad número uno en tu vida, aun por encima de tu familia y de tu propia vida.

Continúa diciendo: «Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo» (v.27). La imagen de la cruz sugiere claramente que habrá sufrimiento. Finalmente dice: «Cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo» (v.33). Tienes que extender tus manos y poner todo lo que tienes a su disposición.

Merece la pena recordar que el costo de seguir a Jesús no es nada comparado con:

  • Lo que recibes
    Dios ha preparado una fiesta para ti, un banquete, que no puede ser igualado por nada en esta tierra.

  • El costo de no seguir a Jesús
    Jesús dijo que aquellos que dan excusas no «disfrutarán mi banquete» (v.24). No puede haber un costo mayor que perderte todas las bendiciones que Dios ha preparado para ti.

  • Lo que le costó a él hacerlo posible
    Jesús te llama a cargar tu cruz (v.27). Pero la pequeña cruz que cargas no es nada en comparación con la que Jesús cargó por ti.

No te pierdas todo lo que Jesús ha hecho posible para ti. Acepta su invitación a la fiesta del reino de Dios. Invita también a otras personas al banquete respondiendo al mandamiento de Jesús de salir «de prisa por las plazas y los callejones del pueblo, y traer acá a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos» (v.21).

Oración

Señor, gracias por el inmenso privilegio de ser invitado a tu fiesta en el reino de Dios. Extiendo hoy mis manos y pongo todo lo que tengo a tu disposición.

Adora a Jesús como tu Rey y tu Dios

Jesús es el único rey verdadero. Adórale a él y solo a él. En este pasaje hay una advertencia contra adorar a «otros dioses» (16:21–17:7).

También hay una advertencia grave aquí para que todo el mundo evite los adivinos, psíquicos, horóscopos, cartas de tarot y la lectura de las manos, los tableros de Ouija y actividades similares (18:10–11).

No hace falta adorar a las estrellas cuando puedes adorar a aquel que las hizo. No pierdas tu tiempo, energía o dinero en aquellos que pretenden contarte tu futuro. Deja a Dios ser tu guía en lo que respecta al futuro.

Llegará un punto en la historia de Israel en el que dirán: «Quiero tener sobre mí un rey que me gobierne» (17:14). Por supuesto, ese rey no será perfecto, a diferencia Dios. Estará sujeto a las tentaciones en las que cayeron muchos de los reyes de Israel y Judá, en las cuales todavía caen muchos líderes hoy en día. Estas tentaciones incluyen la inmoralidad (v.17a), la codicia (vv.16,17b) y el orgullo (v.20).

El pasaje de hoy establece el ideal de rey (vv.18–20). Este alto ideal de monarquía casi llegó a su cumplimiento en David. Pero nunca se realizó plenamente. En los años siguientes, brindó una base para la esperanza en un Rey que habría de venir para gobernar «sobre el trono de David y sobre su reino» (Isaías 9:7).

Jesús no solo es el Rey ideal, también es el profeta ideal. Moisés profetizó que llegaría un profeta como él que hablaría las palabras de Dios (Deuteronomio 18:15). Tanto el apóstol Pedro como Esteban, el primer mártir cristiano, citan este pasaje y ven a Jesús como el cumplimiento del mismo (Hechos 3:21–22; 7:37).

Qué privilegio más inigualable es vivir en una época en la que el reino de Dios ha sido inaugurado por Jesús. El gran profeta ha surgido; todas las profecías del Antiguo Testamento se han cumplido: Jesús es Rey.

Oración

Señor Jesús, tu eres mi Dios y mi Rey. Te amo y te doy gracias por amarme e invitarme a tu fiesta eterna.